Just what is it that you want to do?
We wanna be free
We wanna be free to do what we wanna do
And we wanna get loaded
And we wanna have a good time
That's what we're gonna do
(No way baby let's go)
We're gonna have a good time
We wanna be free to do what we wanna do
And we wanna get loaded
And we wanna have a good time
That's what we're gonna do
(No way baby let's go)
We're gonna have a good time
We're
gonna have a party
En aquel lejano 1966, Peter Fonda, el cabreado líder motero,
joven y rebelde, describe así sus aspiraciones en “Wild Angels”, producto de
Roger Corman, mientras Nancy Sinatra se agarra fuerte para no
caerse
“¿Qué es lo que quereis?/ Queremos ser libres./Queremos ser
libres para hacer lo que queramos./Y queremos emborracharnos/Y queremos pasarlo
pasarlo bien/Eso es lo que queremos”
Ante la pregunta del
viejo que no comprende el estupendo sinsentido de la conducta juvenil, Fonda
declama el conjuro de la eterna juventud, porque si eres joven y no quieres
emborracharte y pasarlo bien y que te dejen en paz ¿para qué cojones quieres
ser joven?
En 1988 Mudhoney ya samplea el speech en el
tema “In 'n' Out of Grace” para su debut destroyer y rebosante
de mala hostia de esa que solo tienes con veinte años.
Pero el grunge enseguida
derivó en angustia vital y mal rollo. La verdadera fiesta se preparaba en Inglaterra, y todo el mundo estaba invitado.
La bola Madchester está a punto de estallar, los Happy Mondays lanzaban
al mundo su mensaje lisérgico en “Pills’n’
thrills and bellyaches”, las raves ni siquiera se llaman así todavía, y
emborracharse (o colocarse o lo que sea) y pasarlo bien parecía estar más de
moda que nunca. Nos encontramos de nuevo con las palabras mágicas, esta vez en
ese homenaje al desfase absoluto y psicodélico que es “Screamadelica” de Primal Scream.
El tema de sincero título “Loaded”
se abre con las palabras de Fonda, y ser joven era, una vez más, algo increíble
y único.
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Cinco tíos entran en un bar...y se desencadena el apocalipsis |
“¿Alguna noche has salido y la
cosa empezó como siempre pero terminó siendo la mejor noche de tu vida?”
Con esta frase, y en ese verano de 1990, comienza “The world’s end”, la obra maestra que
cierra la Three flavour cornetto trilogy
que se han mascado Simon Pegg y Edgar Wright, con la inestimable ayuda
del estupendo Nick Frost.
Y mi película favorita
del año.
Difícil contenerme y no
destripar cada memorable detalle de esta comedia perfecta y acojonante.
Cinco amigos del
instituto se reúnen de nuevo 20 años después para terminar la Milla de Oro, la
ruta que une los 12 pubs del pueblo donde viven, a pinta (como mínimo) por pub.
Las vidas de cada uno
han cambiado. Familias, trabajos, obligaciones varias llenan sus nuevas vidas.
Al menos de cuatro de ellos, porque todo grupo de caballeros debe reunirse
alrededor de un rey, y en este caso tenemos a Gary King, el eterno adolescente,
el líder egoísta y egocéntrico que no ve más allá de su interés. El único del
grupo que viste igual, vive igual, sigue enamorado de Sisters of Mercy y aspira a lo mismo que en aquellos días, be free, be loaded, have a good time.
Primal Scream estalla en
los créditos iniciales mientras un vaso de pinta lleno de rubia espumosa nos
descubre el título de la peli impreso en el cristal, y yo ya estoy casi
llorando de la emoción.
De ahí al apocalipsis
alienígena a ritmo noventas inglés mientras todo se empapa de cerveza hay sólo
un paso.
Que hijos de puta. Una
vez más Pegg y Wright nos han traído por un camino que creíamos conocido para
enseñarnos detalles que nunca habíamos visto. Cabrones muy buenos que han
llenado la película de capas y más capas de detalles a los que agarrarte. Cruce
entre comedia de tíos que bregan como pueden con la madurez y la ciencia
ficción cincuentera, entre el síndrome de Peter Pan y el mito del héroe…
Todo un himno genial al
individuo, a lo original que tenemos a pesar de la edad, a la diferencia contra
la norma, ya sean los zombies de “Zombies party”, los pueblerinos excesivamente
pulcros de “Arma fatal” o alienígenas. Contra las abusivas clausulas de
aceptación que impone la sociedad, contra la globalización tecnológica e
internetera, esos pasos que vamos dando poco a poco hacia la masa homogénea.
New world order
Y es que ser fiel a uno
mismo no es colgarse con tiempos mejores, como Gary King debe aprender.
Independientemente de modas o edades, como el tatuaje de Sisters, el Rey debe
seguir siendo el Rey.
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Gary King tiene las claves para alcanzar lo que deseas |
Con un montaje rápido y entrecortado
(geniales las escenas de lucha), Edgar Wright hace avanzar rápidamente la
increíble trama agarrándote desde el principio, siempre subido espaldas del
alucinante Simon Pegg. Increíble encarnación del Peter Pan definitivo, su Gary
King es ya un personaje de culto inolvidable.
Le sigue de cerca, como
no, el inseparable Nick Frost, en un contenido papel, al menos hasta que la
bestia se desata.
El resto de los colegas
cumple a la perfección, arañando cada minuto de gloria que dejan los dos
monstruos anteriores, ajustándose a sus “tópicos” papeles lo justo para
engrandecer la historia hasta el hiperespacio. Martin Freeman, Paddy Considine
y Peter Page como el organizado, el
ligón y el tímido que todo supergrupo debe tener. Y Rosamund Pike es, cómo no, la necesaria bella del cuento, una para
nada indefensa heroína pretendida por dos de nuestros maestros cerveceros.
Como era de esperar toda
esta épica historia (perdón ¿el fin del mundo no es algo épico?) está contada
al compás de clásicos del pop rock inglés de las dos últimas décadas. Cojonuda
selección para un uso aún más cojonudo. Desde los inefables Primal Scream y Happy
Mondays (twistin’ the melon man!…),
hasta Suede, Inspiral Carpets, Stone
Roses, Soup Dragons o unos
apoteósicos Sisters of Mercy. Además de esa auténtica oda al bebercio que es “Whiskey
bar” de The Doors.
Y la cerveza… nuestros
arriesgados héroes se pasan más de la mitad de la película borrachos, de pinta
en pinta. El líquido elemento es un personaje más, crucial para la trama. Y es
que los ingleses se toman muy en serio eso de trasegar cervezos, tanto que casi
es de mala educación no beberte unas cuantas mientras ves la peli, prepara la
nevera.
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Frost, Wright y Pegg, los autenticos tres sabores |
No sé si la comedia
inglesa es ahora mejor que nunca (Python
aparte…) o simplemente me encanta, pero adoro ese humor entre cruel y distante,
esa mala hostia entrañable con un gusto retorcido, extraño.
Escéptico ante la
capacidad de la pareja Wright/Pegg a la hora de afrontar esta historia me quito
el sombrero, me bajo los pantalones y corro alrededor de la calle emocionado.
Han conseguido ampliar aún más el universo particular que llevan cultivando
desde aquella genialidad televisiva que fue “Spaced”. “The world’s end” es otra vuelta de
tuerca a los géneros que parecía imposible después de la magistral “Zombies party” sobre todo, y la
injustamente infravalorada “Arma fatal”.
Pero sobre todo es, como
las otras dos, una película sobre la amistad.
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