Cuenta el enciclopédico Diego Manrique como una joven PJ Harvey que debía estar en España por
primera vez, preguntaba incansable acerca de un tablao flamenco donde ver a las
bailaoras en topless, como la ilustre protagonista de la portada del “Surfer
Rosa” de Pixies. Costó
convencer a la Harvey de que aquello no era
costumbre popular. La inglesa no tiene ni puta idea de las costumbres locales y
de verdad creía en la veracidad de la historia tras la estupenda foto, obra de Simon Larbalestier para el exquisito
diseñador de los tiempos gloriosos de 4AD,
Vaughan
Oliver.
La Harvey, alucinada
como todos con el lp (fichó al productor de aquel, Steve Albini, después de oírlo),
quizás esperaba ir más allá y descubrir una historia detrás de esa portada. El
disco era tan jodidamente bueno que no podía tener una portada hueca, preciosa
pero sin algo detrás. La bailaora en tetas era otra genialidad de un álbum
lleno de extrañas y peculiares joyas. Sin contar el EP “Come on Pilgrim”, “Surfer Rosa”, editado en aquel lejano
1988, era la primera obra maestra marciana y a prueba de bombas del grupo. Un
disco lleno de subidas y bajadas continuas, ritmos lentos y rápidos distorsionados,
los coros marcianos de Kim Deal, la
guitarra surfera de Joey Santiago y
esa batería seca de David Lovering .
Y como gran maestro de ceremonias, compositor total y marciano a tiempo
parcial, el enorme Frank Black, feliz
entre OVNIS e insólitas melodías.
Kurt Cobain, veinte años hace ya, nunca negó su admiración
total por el disco, inspiración absoluta para sus propios lps, incluso contrató
a Albini para el crudo “In Utero”
¿Qué pensará PJ de lo
último que va a publicar Black Francis con el nombre de la banda que lo
catapultó para enterrarlo después? Probablemente lo mismo que ante aquella negativa
por parte de los periodistas españoles a la petición de tablaos nudistas: decepción
ante algo hueco, sin historia. Y esta vez sin gracia. Sin puta gracia.