jueves, 29 de enero de 2009

Inseparables

Frecuentemente se ha señalado a “Inseparables” como el título bisagra que separa dos claras etapas en la obra de David Cronenberg: una más fácilmente encuadrable en el género fantástico, y otra más personal que lo confirma como un auténtico autor cinematográfico. Estas afirmaciones suelen estar provocadas en muchas ocasiones por un evidente desprecio por cierta parte de la crítica a géneros como el terror o la ciencia ficción. Pese a ello, resulta indudable que nos hallamos ante un hito fundamental en la carrera del cineasta, no tanto por el hecho de que abandone un ghetto para adquirir su propia voz personal - ya que nunca su cine navegó por márgenes delimitados por normas genéricas ni sus películas anteriores son impersonales - sino porque en ella descubrimos que su estilo formal ha terminado una primera etapa de desarrollo en la que se ha conseguido desembarazar de incómodos recursos que lastraban sus propuestas. Todo ello sin renunciar en ningún momento a su universo temático, presente en cada fotograma de la película. Lo insólito de la propuesta, su difícil clasificación, y la genialidad del resultado final convierten a Cronenberg, por fin, en un cineasta prestigioso y cuya filmografía empieza a interesar a un público más amplio.

Verano de 1975. Manhattan, Nueva York. Cyril y Stewart Marcus, dos hermanos gemelos, conocidos ginecólogos, aparecen muertos en el interior de su elegante apartamento. Linda Wolfe, en su libro “El profesor, la prostituta y otras historias verdaderas de muerte y locura” describe el lugar del suceso con estas palabras “El piso, muy sucio y desordenado, estaba sembrado de restos de pollo y frutas podridas, y frascos de píldoras vacíos. No había un centímetro del suelo donde no hubiera basuras. El lugar era una pocilga” Pronto se piensa en la sobredosis como causa de la muerte, pero más tarde se descubre lo contrario: ha sido la supresión de barbitúricos - los dos eran adictos al Nembutal - el culpable del óbito. Lo extraño del caso es que uno de ellos, Cyril, había fallecido dos días después que su hermano, pero, en vez de tratar de recuperarse o pedir ayuda, se quedó a su lado hasta la muerte.
Los hermanos Marcus siempre habían estado al margen de la sociedad. Su vida se reducía a un hermético núcleo compuesto únicamente por ellos dos. Serios, arrogantes y elitistas, estaban considerados por los demás como una unidad más que por dos entes separados.
La historia real de los Marcus causó sensación. La combinación de dos elementos - gemelos y ginecología - tan morbosos de cara a la opinión pública hicieron que la historia provocara numerosos artículos periodísticos y un libro “Twins” novelización de los hechos reales publicada en 1979 y escrita por Bari Wood y Jack Geasland.
El texto de Linda Wolfe narra con estilo periodístico la historia de los hermanos Marcus, e incide sobre todo en los componentes sociales.
La arrogancia y la imposibilidad de mantener relaciones afectivas más allá de su reducido mundo, son temas que trata “Inseparables”. Pero la crítica social cede el protagonismo al punto de vista subjetivo que muestra la progresiva degradación, física y mental, de los hermanos Mantle. Introduce además el personaje de una mujer, Claire Niveau, que actúa como detonante de la toma de conciencia individual de cada uno de los dos hermanos.
Nos encontramos ante una tragedia que afecta a todo ser humano.
Una tragedia que hace referencia a la relatividad de la identidad humana y a la debilidad de nuestra mente, y por consiguiente, de la realidad que nos rodea. El cine de Cronenberg se hace más elegante, y explora sin tapujos las ramificaciones dramáticas de la historia. La soledad de los personajes y el miedo a la desconocida realidad que, de repente, deben afrontar, les llevará hacia la destrucción.
Tras el éxito de “La mosca”, Cronenberg consigue con “Inseparables” su película más madura y perfeccionada. Su puesta en escena esta al nivel de un guión ajustado e inteligente. Pero para que el proyecto termine siendo película, el director vivirá una peripecia tan traumática como la sufrida pocos años atrás, con el proyecto de “Desafío Total” (1993, Paul Verhoeven).
Es a principios de los ochenta, cuando Cronenberg acepta realizar con la productora Lorimar “La zona muerta” (1983), cuando surge por primera vez la idea de llevar a la pantalla la historia de los hermanos Marcus. La productora incluso compra, para evitar problema, los derechos del libro de Wood y Geasland. Pero Cronenberg se encuentra todavía enfrascado en la postproducción de “Videodrome” y no se siente capaz de escribir un guión tan complejo. Se lo encarga a un antiguo colaborador, pero tampoco le gusta la versión de éste.
Hasta que entra en escena Mark Boyman, el productor de “La mosca”. En un principio había contactado con Cronenberg para intentar que dirigiese una película de terror que no interesará al canadiense, que en cambio consigue interesar al propio Boyman en el proyecto “Twins”.
Así, mientras ambos trabajan en “La mosca”, Boyman mueve la película buscando financiación con resultados poco satisfactorios, hasta que ABC Motion Pictures se interesa. Andy Lewis es esta vez el guionista encargado de darle forma al material, pero el resultado está tan alejado del universo Cronenberg que decide adaptarla él mismo.
Mientras la ABC se retira del proyecto, haciéndose cargo Dino de Laurentiis, de infausto recuerdo para el director tras el fracaso de “Desafío Total
Pero esta vez bajo los auspicios del magnate italiano todo parece ir a la perfección. Se confirma parte de los actores y se alquilan los escenarios. Es en ese momento cuando la hija de Dino, Raffaella, cita al canadiense en su despacho, donde le confiesa que la compañía no puede seguir adelante con el proyecto. La compañía está en crisis debido a estrepitosos fracasos como “Dune” (1984, David Lynch).
Ante la disyuntiva de perder más dinero todavía al renunciar a estudios ya alquilados, Cronenberg se convierte en su propio productor y forma compañía con Mark Boyman. En ese momento la película pasa a llamarse, ya definitivamente, “Dead ringers” (literalmente: clavados, idénticos).
Tras grandes dificultades para encontrar al actor idóneo para el papel es finalmente Jeremy Irons quien acepta. El actor británico acaba de alcanzar el reconocimiento internacional con éxitos como “La Misión” (1986, Roland Joffe).
Irons realiza una soberbia caracterización de los dos gemelos, con apenas la ayuda de unas lentillas y un vestuario y peinado un poco diferente.
Por esta interpretación obtendrá el premio de la Crítica de Nueva York. Director y actor volverán a trabajar juntos años más tarde en “M. Butterfly”.
La actriz elegida para dar la réplica a los gemelos será la canadiense Genevieve Bujold, que ya ha trabajado con directores como Alan Resnais, Louis Malle o Alan Rudolph, en papeles en los que demostraba sacar mucho partido a su espléndida madurez y atractivo sexual. Interviene en “Inseparables” después de muchas reticencias, e insiste en un detalle: que la película no muestre en ningún momento exámenes ginecológicos, condición que Cronenberg no respetó.
Acostumbrado a trabajar con el mismo equipo siempre que es posible, se incorpora el fotógrafo británico Peter Suschitzky, que a partir de aquí seguirá colaborando en todas las siguientes películas del canadiense.
Pese a la apariencia de encontrarnos ante la película más alejada del cine fantástico hasta la fecha de su director, los efectos especiales en “Inseparables” tienen una gran importancia. El supervisor de efectos Lee Wilson, gracias a las nuevas tecnologías informáticas, desarrolla un sistema que, unido a un movimiento de cámara dirigido por ordenador, permitía al director efectuar largos travellings con los dos gemelos en el mismo plano, superando las limitaciones visuales que ofrecía hasta la época la muestra de un mismo actor dos veces en el plano. El uso de un doble para dar la réplica a Irons y escenarios construidos sobre plataformas para permitir el trabajo de los técnicos de efectos consiguen que en ningún momento dudemos de la existencia real de los gemelos Mantle en pantalla.
Otro de los grandes hallazgos visuales del film es la imaginería ginecológica. Los títulos de crédito, inspirados en instrumentos de tortura medievales, que se combinan con diversos grabados de instrumental médico extraídos de un libro propiedad del propio director, así como en antiguos dibujos que hacían referencia a los gemelos, el nacimiento, la dualidad, etc.
Los aparatos para mujeres mutantes de Beverly Mantle tienen sus orígenes en una escultura realizada por Cronenberg a principios de los 70 "Surgical Instrument for Operating on Mutants".
La película se rueda, como viene siendo habitual, en Toronto, contando con 9 millones de dólares de presupuesto. Pese a estrenarse relativamente tarde en Europa, el film tiene una respetable carrera comercial y, sobre todo, una acogida critica excelente. El carácter mainstream que tiene esta película respecto a su obra anterior hace que el cineasta deje de ser considerado, por la crítica miope, un simple director de terror con vísceras y se convierta en un interesante autor a descubrir. La cinta recibe premios por todo Estados Unidos, pero es en los Genie (los Oscars canadienses) donde arrasa totalmente.
La larga gestación del proyecto es sin duda una de las causas para que nos encontremos ante el guión más ajustado e inteligente de su director hasta ese momento. Esta perfección va unida a una brillante puesta en escena. El cine de Cronenberg ha sufrido una progresiva simplificación, despojándose el director de elementos accesorios y discursivos que mermaban otras de sus películas. “Inseparables” se convierte en su obra más madura y redonda.
Pero no se la debe considerar como una obra aislada, sino como un eslabón más en esa evolución, tanto estilística como conceptual, de su cine, y, por tanto, es un catálogo de sus más recurrentes obsesiones: un inicio convencional que va descendiendo a los subterráneos de la mente humana, la relatividad de la realidad, el dilema cartesiano cuerpo y mente como motor que estimula toda la película, la misoginia o el acostumbrado proceso autodestructivo al que parecen estar condenados todos los protagonistas de Cronenberg.
Se ilustra esta gradual destrucción mediante un inteligente tratamiento espacial, mostrando la degradación del pulcro y ordenado apartamento de los hermanos, paralela al aumento de la locura de los hermanos.
La banda sonora de Howard Shore vuelve a tener una gran importancia. En este caso acentúa el componente onírico de la historia al renunciar, casi por completo, a los sonidos de ambiente que hubieran situado a los gemelos en un contexto mucho más realista. Esto provoca que el espectador se sienta aislado ante el desnudo mundo afectivo de los Mantle, y vuelve a recordar la importancia que lo subjetivo tiene, en el mundo de Cronenberg. Pese a todo, la mejor labor del cineasta se desarrolla en cuanto a la dirección de actores, consiguiendo de Jeremy Irons y Genevieve Bujod dos de las interpretaciones más brillantes de su carrera.
Con dos prólogos que nos muestran el crecimiento de la pareja de gemelos como un solo ente perfectamente compenetrado Croneberg nos lanza de cabeza a la situación que servirá de detonante a la tragedia, a aparición del personaje femenino de Claire.
Su “mutación”, consistente en un útero de tres orificios, fascinará a los gemelos. La ginecología aquí no cumple una mera función decorativa, sino que ejerce el papel de alegoría de la extraña sexualidad de los hermanos, y el útero de tres entradas funciona como elemento fundamental de esa “belleza interior”, el interior del cuerpo humano, que tanto fascina a Cronenberg y a los Mantle. No es casualidad que sea esta rareza corporal la que atraiga irremediablemente a los hermanos hacia Claire, es lo diferente lo que atrae a dos seres que se consideran iguales, y que sea ese útero la obsesión que lleva a Beverly a la locura, ya que lo identifica con el conocimiento de su identidad individual.
Extraído en parte de "David Cronenberg. La estética de la Carne" Jose Manuel González-Fierro

No hay comentarios: