lunes, 20 de abril de 2009

Desayuno


María abrió un ojo segundos antes de que el despertador de su mesita sonara a las 7:15. El teléfono sonaba. Lo agarró antes de que pitara una tercera vez
El vapor salía de la ducha. Juan, su marido, ya se había levantado, metiéndose rápidamente en la ducha, como cada mañana.
Ella se puso la bata y corrió a la cocina a preparar el desayuno después de una corta conversación telefónica. No volvería a ver a su marido hasta la noche y le gustaba que todo estuviera a su gusto ese rato que pasaban juntos a primera hora, empezar el día con buen pie.
Encendió la radio de la cocina en una cadena de agradable música clásica.
Mientras hervía el café María cortó unas rebanadas de pan y las colocó en el tostador. Después partió en dos varias naranjas y comenzó a exprimirlas con su exprimidor eléctrico.
Había otra razón para que María estuviese tan solícita aquella mañana, y es que acababa de saber que estaba embarazada. La llamada era de su ginecólogo.
No pudo evitar pensar en lo bien que se encontraba en aquel momento. Tenía una casa preciosa, un marido encantador con un buen trabajo y, además de su negocio de antigüedades, ahora por fin iba a ser madre. Todo lo que había soñado.
- ¡El café ya está cariño- gritó desde la cocina, recibiendo algo parecido a un gruñido por toda respuesta.
María lo dispuso la comida en la mesa, dudando si darle a Juan la noticia en ese momento o en una cena sorpresa especial, cuando él no tuviera prisa en irse y pudieran celebrarlo tranquilamente
- Cariño, no te tomes las tostadas frías - volvió a decir sin tan siquiera mover la cabeza.
Por el pasillo se oía llegar a Juan. Andaba despacio, pesadamente.
“Que mal despertar tiene este hombre” pensó María para sí. Y recordó el momento en que se prometieron, cuando su suegra le advirtió sobre aquello
- Es un pedazo de pan, excepto los primeros veinte minutos del día.
Todos se rieron. Aquello rompió el hielo en la incómoda cena de pedida y a partir de entonces siempre había visto a la madre de Juan como una especie de amiga. Pensó entonces en lo que se alegraría de tener un nieto.
Cuando se giró con dos tazas de café en ambas manos Juan ya se había sentado. Hojeaba una revista que había traído el día anterior.
María bordeó la mesa para colocar la taza justo delante de su marido y le besó suavemente en la mejilla.
- Buenos días, cariño.
Él volvió a mascullar algo otra vez como un gruñido
Sin levantar la vista de la revista estiró la mano para alcanzar una tostada.
María estaba de pie colando el zumo de naranja cuando oyó un golpe. Algo de cerámica cayó al suelo rompiéndose.
Se giró para ver la mandíbula de su marido en el lugar que debía ocupar la taza de café. Ésta estaba en el suelo echa pedazos.
No pudo evitar sonreírse.
- Desde luego eres un desastre.- dijo acercándose a Juan y ayudándolo a ponerse de nuevo la mandíbula en lo que le quedaba de cara.
La habilidad hizo el resto y en un ágil movimiento de muñeca se oyó el chasquido que indicaba que todo estaba en su lugar otra vez. Él giró levemente la cabeza hacia ella y gruñó de nuevo
- De nada cariño. No podía dejar que fueras así a la oficina.
Y es que Juan, el marido de Maria, aparte de contable, capricornio, y futuro padre, era un zombi, un muerto viviente.

4 comentarios:

Los Sabios de Tannhäuser dijo...

que continue!!!!!!!!!

Hulkmayall dijo...

wayne, tio no nos dejes asi , continua por favor ( sobre todo al revolcon en la cama cuando ella le de la noticia por la noche ) .

Wayne Gro dijo...

¡Esto es todo amigos!
Ya está, se me ocurrió la otra noche mientras leía otra cosa. Prefiero dejar a vuestra (calenturienta) imaginación el devenir diario entre María y Juan

Cazaril dijo...

¡ Tio !, parece que me estás describiendo a mí por las mañanas.

Un saludo.
Ani.