Hace unos días me pillé
este disco en un mercadillo cochambroso de Valencia, un auténtico tesoro entre
montañas de quincalla, restos vetustos de adornos del hogar, planchas de hierro
y basura varia. Como un oasis en medio de todo eso, un fulano tenía varias (clásicas)
cajas de plástico llenas de vinilos. No era el único que los vendía, pero sólo
él los tenía ordenados. Cuando ves en un rastrillo así un montón de discos
amontonados de cualquier manera, y el de arriba es de coplas, techno ochentero
(estábamos en Valencia) o así, no te agaches a mirar. Será raro que en el montón
haya algo razonable, y si lo hay estará hecho una pena.
Siempre me gustó mucho esta
portada. Una imagen muy potente que transmite claramente una sensación
concreta.
Todo en cálidos tonos
amarillos, en primer plano vemos montado los trastos para un día playero como
otro cualquiera. A su izquierda la auténtica imagen icónica de esta portada, el
culo de un Cadillac saliendo de la arena, todo un cochazo, amarillo también, enterrado
a los pies de una de las sillas, como un cohete que impactara de morro.
Cuando conseguimos dejar
de mirar el impactante frontal vemos por fin al fondo, un poco difuminado, a Neil
Young, o al menos eso queremos pensar, porque está de espaldas.
Con la melena desgreñada
al viento, va más o menos trajeado y está descalzo delante de las olas. A su
lado las desgastadas botas recién quitadas y una tumbona que hace juego con las
de su espalda.
Portada de Pelham para la novela de Ballard, aquí conocida como "La sequia" |
No hace falta saber nada
de Neil Young, de su música o sus vivencias para percibir la idea de descanso
después del jaleo, de calma total después de una vorágine de sucesos, de
escapada del agobio. El coche estrellado después de ir a toda ostia, quizás con
prisas, o a un ritmo por encima del recomendable, a tope vamos. Como Thelma y
Louise, Neil Young tira por el barranco y va a parar a un pequeño oasis de
estar por casa. Y ni siquiera eso le complace, por lo que coge su tumbona y se
aleja un poco más, hasta el borde del mar. Neil no pide mucho, como vemos, se
conforma con descalzarse en la orilla del mar, dejando que la mirada se pierda
saltando de ola en ola, casi podemos oír el relajante murmullo del mar que
envuelve al canadiense. Si abrimos la carpeta del disco vemos lo que se intuye
desde el principio: la playa está desierta, desoladoramente desierta. Otra cosa que pide Neil, estar solo.
El conjunto consigue de
verdad llevarnos a esa playa, a ese lugar particular en el que nadie te jode y
realmente se desconecta la realidad agobiante que te ha llevado hasta allí.
La genialidad de la
portada, diseñada por Gary Burden y fotografiada por
Bob Seideman, es funcionar a nivel explícito y a
nivel íntimo, el propio Young atravesaba una etapa complicada a esas
alturas de su carrera.
Grabado en 1974, el canadiense esta en un momento jodido cuando graba este disco, repleto de desesperación y
oscuras letras. Young sale de convertirse en un intérprete famoso que no sabe muy bien cómo lidiar con la fama,
dejándose arrastrar peligrosamente por el sexo, drogas y rock’n’roll del mito.
Que acaba de grabar un álbum más amargo si cabe que el que tenemos entre manos,
para ver como la negativa de la compañía
a publicarlo le obliga a meterlo en un cajón, el otro clásico “Tonight’s the
night”.
En medio de todo eso sale “On the beach” con un heterogéneo grupo de
músicos, un álbum ecléctico e impulsivo, con un sonido crudo y seco,
sin mucha producción. Estaba quemado y no tenía tiempo para mierdas de nadie. Según se cuenta, todos los involucrados en la
grabación consumieron grandes cantidades de un mejunje llamado Honey Slide, la
mezcla de un cannabis de baja calidad y miel. Dicen que de propiedades
alucinógenas, la mala calidad podría haber provocado la variedad de estados de ánimo que llenan el disco.
Aún podemos ir más allá.
En un reflexivo análisis de James Reich, la cadena
surrealismo/psicodelia es mucho más estrecha de lo que pensamos. El autor monta
un puente entre Dalí y sus relojes blandos del cuadro “La persistencia de la
memoria”, con la playa desoladora y árida; la ilustración de un cadillac enterrado que David
Pelham crea para ilustrar la portada de una novela del entonces apocalíptico y
catastrófico J. G. Ballard, en medio de una serie de portadas para el autor, todas
pobladas por objetos (una bomba, un tanque, el empire State, un cadillac…)
semienterrados; y la creación de Burden para Neil Young, según Reich, una
recreación de aquel cuadro de Dalí por el que empezamos.
Por la época en que se publica el álbum,
el grupo avant garde Ant Farm crea el
Cadillac Ranch, diez cadillacs “ plantados” en la arena del desierto de
Amarillo, Texas.
Pintarrajeados coches del "Cadillac Ranch". Su inclinación es igual que la de la pirámide de Gizeh |
El cadillac como icono de una sociedad que
se acaba, sumergiéndose en la playa post atómica y desolada de Dalí, el vacío
existencial de una sociedad y un artista que ven la derrota de Vietnam, la
crisis financiera y la debacle del gobierno representado en la forzada dimisión
de Nixon (detalle último a comentar de la portada: el periódico bajo la mesa
recoge la noticia de la dimisión en titulares). La caída anunciada de un sistema que el canadiense no tuvo reparos en señalar.
Neil Young se va a la playa de su vida
porque no puede más. Ha llegado el momento de descalzarse y mirar al mar, sin
más. Dejarse llevar, desvanecerse en soledad para intentar avanzar de nuevo.
Que fue un disco jodido para Young se ve
en la inexplicable descatalogación del lp durante más de dos décadas, a pesar
de las continuas peticiones de los fans.
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