martes, 4 de septiembre de 2012

Maraton de cine


Escarbando en esa colección de pelis bajadas, grabadas en un dvd y nunca vistas, ayer me puse manos a la obra, avergonzado cada vez que veo todas las que me quedan por ver.
El cuerpo pedía serie b, cosas peculiares y sin muchos miramientos. Lo mejor de montarte un maratón de pelis en tu casa es no saber qué vas a ver. Cada cosa pide lo siguiente, o a veces, como en este caso, simplemente es que están todas grabadas en el mismo dvd.
Empecé con un clásico del que estaba harto de leer:

 
Los Bland y el arma homicida
“¿Nos comemos a Raúl?” (Paul Bartel, 1982)
Película de culto total dirigida y protagonizada por Paul Bartel, el autor de otra maravilla llamada “La carrera de la muerte del año 2000”. Clásico underground totalmente desinhibido y amoral, como debe ser. Una pareja rancia y frígida (de apellido Bland, “soso” en inglés) decide sacar dinero matando a pobres viciosos, que responden encantados al falso anuncio de Dominatrix que publica el matrimonio al ver lo fácil que es hacerse pasar por “degenerados” . La propuesta funciona gracias al singular atractivo de la sra. Bland, interpretada por Mary Woronov . En esto llega el joven latino Raoul, que les propone un plan para deshacerse de los cuerpos, ayudado por una empresa de  carne precocinada. 
Los momentos míticos se multiplican: las escenas que montan en su piso a petición de los clientes (una sala nazi, un quirófano, un fumadero hippy, una casa Disney); la orgía de swingers; mr Bland en el sex shop… Sin una pizca de sangre, ya que todos son eliminados a base de ingenuos sartenazos, una comedia negra absoluta y divertida a tope, bien rodada, sin estúpidas moralinas finales, los remordimientos duran poco en este mundo lleno de pervertidos y aficionados a las orgías donde los menos raros son precisamente los aburridos Bland.


Una meada y…
 
Punk rock girrrrls!!!
Prey for Rock’n’Roll” (Alex Steyermack, 2003)
Reconozco que la bajé en su día al ver a Gina Gershon y Drea de Matteo vestidas de aguerridas punk rockers. Eso en una peli que se llama “Reza por el rock’n’roll  es suficiente para que te ponga el cola de la Mula. No esperaba mucho de la peli, pero me quedé gratamente sorprendido.
La Gershon es la cantante y líder de una banda de punk rock en la escena angelina de finales de los 80 que lleva años pateándose los clubes. Cercana a los cuarenta se da cuenta de que nunca será una estrella del rock y las dudas sobre su carrera se aguzarán con varios golpes que recibirá la banda, principalmente provocados por Drea de Matteo, la bajista del grupo (¡¡bufff!), personaje inclinado hacia la autodestrucción y las malas compañías.
 Con una especial dedicación a las interpretaciones en directo. Cantadas de puta madre por la propia Gershon, todos los temas están escritos a propósito para la peli por la guionista, Cheri Lovedog, se integran en la trama y molan. The Clam Dandys, el grupo de la peli, parece mucho más real que, por ejemplo, The Runaways, en la sosa peliculita que les dedicaron hace un par de años.
Gina Gershon se los lleva a todos de calle, está tremenda con su look a lo Joan Jett potente. ¿Dónde se mete esta mujer? Toda una presencia brutal allá donde vaya. Una rockera full time que llegó a realizar una mini gira interpretando los temas de la película a modo de promoción. Puro sexo en movimiento.






Un descanso y el final, la cuesta abajo de la serie b, la gloriosa serie z, italiana para más inri.

 “1990.Los guerreros del Bronx “(Enzo G. Castellari, 1982).
Buen ejemplo de lo que es un exploit, véase coger un éxito y copiarlo más o menos, con casi siempre menos presupuesto e ideas. Rápido y barato y derecho al videoclub.
Walter Hill estrena en 1979 “The warriors”, cojonuda película acerca de las bandas callejeras de Nueva York; John Carpenter nos trae a Snake Plissken en “1997. Rescate en N.Y.” en 1981.
El estirado es Trash, y no es nada gay, mal pensados
Enzo ve ahí un filón, y ni corto ni perezoso las mezcla en lo que dio en llamar “1990. Los guerreros del Bronx”. Un poco de las lucha de bandas del film de Hill, otro poco de Carpenter en un héroe solitario sumergido en una ciudad sin ley. Poco importaba que las bandas de “The warriors” fueran creíbles y las de aquí  puro desfile carnavalero. O que Mark Gregory, un culturista elegido por su físico más que por sus (nulas) capacidades para la actuación, recordara más bien poco al inmortal Plissken de Kurt Russell.
El guión es un sinsentido importante. Intenta contar como una rica heredera acaba en el Bronx huyendo de la perversa compañía que la persigue. Trash, nuestro macarra y melenudo prota se la lleva a su cubil morroñoso. Los malos envían a un poli chungo, Hammer, a que la recupere, y de paso lo haga todo banderas. Alguna traición y muchas peleas insulsas después no queda muy claro quién gana al final. 
 
Gregory deambula de aquí para acá por montones de escombreras y edificios en demolición, con un palo de acero,  un pincho en el codo y perenne cara de mala hostia. Es consciente de que esta su oportunidad en el cine y no la va a desaprovechar.
Contra todo pronóstico la cinta se convierte en objeto de culto de videoclubs, y, al menos en España, arrasa. ¿Cómo no, cuando una peli que tiene tantos momentos memorables?:
a) Un jefe que se llama Trash, toda la peli con un chaleco de cuero y el pelo en la cara
b) Los Raiders, su banda, conducen motos donde los faros tiene forma de calavera. Es la banda más creíble y leo por ahí que la mayoría eran auténticos Ángeles del Infierno.
Trash, ese hombre de pecho palomo
c) Geordie, el rey del Bronx, lidera una banda de chulos años 20, con cochazos de gangsters
d) El resto de bandas son delirantes: Los Zombies, especie de jugadores de hockey con stiks de acero y un ridículo traje futurista de hombreras; los Hombres de Hierro, no menos ridículos tipos llenos de purpurina que bailan ante los que penetran en su territorio; los buitres, una especie de banda de salvajes que sólo gruñen y van en harapos con palos.
e) Esos fondos de Nueva York, la cercanía de la civilización sobre el ghetto sin ley, aún a sabiendas de que la peli se rodó en las afueras de Roma.
f) Sólo Hammer, el malvado, lleva armas de fuego. Y no las recarga nunca. Su mala hostia crea balas cuando es necesario.
g) Delirante banda sonora a medio camino entre el rock psicodélico casposo y el coñazo casiotone. Hipnótica en todo caso.
h) En la presentación de la banda, en vez de música de fondo hay un tío sentado al lado de ellos con una caja y un charles tocando un interminable solo!!!.

La cuesta abajo se hacía más pronunciada. Y lo que es peor, estaba engrasada. Si la anterior era una simpática exploit, la que venía ahora ahondaba en el lodazal del cutrerio chusco sin más

 “La fuga del Bronx“(Enzo G. Castellari, 1983).
Viendo el éxito de sus guerreros, con un poco más de dinero, mucho oportunismo, pero sin ganas o tan siquiera ideas, Enzo no pierde el viaje y rueda a toda ostia esta especie de secuela en la que sólo repite el monolítico Gregory como Trash.
Con un inusual toque reivindicativo, la trama, o lo que queda de ella, esta vez se enfoca a cómo una gran corporación planea reconstruir el Bronx por entero. Claro que para eso deben vaciarlo, sea como sea. La opción utilizada es a golpe de lanzallamas.
Ya no hay bandas ni territorios, y aquí sí que Trash está más perdido que la ostia. Después de hacer explotar un helicóptero a tiros con su pistola (¿?) el resto es un deambular que parece de Hanna Barbera (pasan por la misma cloaca varias veces), explosiones chuscas y gente que muere al instante cuando se encienden los lanzallamas. Una vez más nadie recarga las armas y todo transcurre en otra enorme zona de derribo cochambrosa en la que nadie tiene muy claro qué hacer. Todos los malos van con cascos oscuros, me juego lo que queráis a que sólo son 10 distintos, intercambiables.
No hay fotos. Id a un solar cercano a vuestra casa y os haceis una idea.
Hay todavía una tercera parte "Los nuevos bárbaros" del inafable Castellari de la que es mejor ni habla.

Y a acostar con un valium para no tener pesadillas con tanto bárbaro y tanta ostia...

On Bass...Drea de Matteo!!!

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